A pesar de que este texto pone el foco sobre la modalidad para un jugador de Halo Infinite y que el desvarío que, en ocasiones, sufre el hilo argumental tal vez sea digno de comentar, voy a dejar a un lado la historia para no extenderme en exceso y, de paso, evitar posibles spoilers, para centrarme en aquello que ha sabido cautivarme y en lo que no tanto. Destacando sus impecables escenas de acción, gracias a una IA (Inteligencia Artificial) muy bien lograda y al gancho que tenemos a nuestra disposición, que nos abre un sin fin de posibilidades para afrontarlas dentro del impresionante mundo abierto en el que tienen lugar la mayoría de ellas.
Hay aspectos mejorables, sí, pero en términos generales creo que 343 Industries ha realizado un buen trabajo. El hecho de cruzarme con diversas zonas que son un claro copia y pega, como sucede con determinados pasillos en el modo campaña, chirría bastante. Algo similar sucede con las misiones secundarias que se encuentran repartidas en su amplio mundo abierto, que además de resultar un tanto repetitivas —se echa en falta una mayor variedad en ese sentido—, no son lo que se dice muy «estimulantes» y, llegados a un punto, no invitan precisamente a continuar completándolas.
Si os soy sincero, apenas había mantenido contacto con la franquicia más allá de alguna partida esporádica en el multijugador de alguna de sus entregas en casa de mis amigos. Jamás he sentido especial devoción por las aventuras del Jefe Maestro, pero lo cierto es que Halo Infinite me ha brindado una experiencia más que satisfactoria y ha logrado, por mérito propio, que me replantee darle una oportunidad a la serie. Lo paradójico es que nuestros caminos se cruzaron casi por casualidad. Estuve varios meses ahorrando para una PlayStation 5 y acabé comprando una Xbox Series X, es más, ante la imposibilidad de hacerme con esta última sin extras, me decidí por el pack más económico que encontré, y, aunque por casualidad, creo que tomé una buena decisión.