Este ha sido uno de esos juegos que, aún sabiendo que, en términos generales, ha sido incapaz de convencer a la prensa especializada y a los jugadores, he querido conocer de primera mano. Lo cierto es que, desde su anuncio, estuve siguiéndolo muy de cerca en todo momento y, honestamente, leer las primeras críticas del videojuego fue de lo más desalentador para mi. Por esa misma razón, decidí esperar. No me hice con él hasta finales del año pasado, que lo encontré a un precio de lo más atractivo para Nintendo Switch, y, recientemente, conseguí sacar algo de tiempo para terminarlo y poder compartir mis impresiones con vosotros.

Mentiría si os negara que no he quedado encantado con la ambientación de sus escenarios y ni con el amplio abanico de disfraces que tenemos a nuestra disposición, sin embargo, creo que este último punto ha jugado en su contra. Me explico. Cada disfraz aporta alguna habilidad a nuestro protagonista pero, a pesar de que la variedad es enorme, la utilidad real de muchos de ellos es limitada y algunos aportan beneficios similares al de otras vestimentas. El planteamientos y diseño de los jefes, por su parte, no me desagrada del todo y, aunque no suponen un desafío —tampoco lo pretende—, ofrecen enfrentamientos variados y que se suelen hacer bastante amenos

Balan Wonderworld es un juego poco pulido o, quizás, inacabado, como incluso ha llegado a reconocer el propio Yuji Naka, uno de sus principales responsables, que tuvo que abandonar el proyecto varios meses antes de que este viese la luz. Es posible que algo más de tiempo le habría sentado fenomenal para trabajar mejor ciertos aspectos, pero lamentablemente no ha sido ha así y el resultado, aún siendo entretenido a ratos, se ha visto claramente lastrado por otras deficiencias. Os podría resumir mis sensaciones, de manera muy burda, por supuesto, como un «quiero y no puedo» constante, pero con propuestas interesantes a las que no se les ha sacado partido.